martes, 29 de diciembre de 2015

Los caminos del recuerdo.

Ante un bonito recuerdo, tenemos dos opciones: lamentarnos porque solo sea un recuerdo, o sentirnos afortunados por haber tenido la suerte de vivirlo. Por desgracia, a menudo tendemos a hacer lo primero: lamentarnos por la pérdida, y sentirnos desgraciados anhelando un tiempo que nunca volverá. Pero solo encontraremos la paz si escogemos el otro camino, si decidimos quedarnos con el lado bueno, si damos gracias a la vida por habernos permitido sentir algo lo suficientemente intenso y precioso como para que perdure en nuestra memoria. Y entonces podremos sentir felicidad en el presente a costa de la eterna belleza del pasado. 
K.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Razones.

Todo ocurre por una razón. El problema es que esa razón a veces no es la que esperábamos.

K.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Lágrimas.

                                                  
La lágrima es la expresión externa de la rotura de una parte de nuestro ser. Nos podemos romper de muchas maneras, pero siempre terminaremos derramando nuestro dolor de la misma forma. Podemos hacernos daño físicamente y como consecuencia llorar, en cuyo caso el llanto supone un mecanismo reflejo originado por nuestro sistema nervioso. Este tipo de llanto sea quizás el más habitual y el que más aceptación social produce, pues se entiende como una reacción fisiológica imposible de evitar. 
Sin embargo, existen también otro tipo de lágrimas: aquellas que derramamos a causa de una fuerte carga emocional. Así, llorar se convierte en la única forma que tiene el ser humano para descargarse cuando se ve desbordado por un sentimiento. Liberarnos de nuestra carga interior en forma de lágrimas puede ser muchas veces la única vía para intentar erradicar nuestros sufrimientos. Puede ser la única forma de desahogarnos ante situaciones que se nos escapan de las manos, la única forma de salir de una cueva que a veces no parece tener final. Lloramos, y pareciera que al hacerlo le damos sentido a esa sensación de angustia que nos acompaña. Le damos sentido a pensamientos que de lo contrario se quedan arrinconados en lo más profundo de nuestro alma. Lloramos, y entonces pareciera que con cada gota que derramamos una pequeña parte de nuestra pena se desvanece. Lloramos, y con nuestro llanto intentamos olvidar la causa de nuestro dolor. Y aunque por ello nuestros problemas no van a desaparecer, quizás sí consigue hacerlos más livianos. Quizás no nos ayude a encontrar soluciones, pero sí nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos.
Por eso cuando sea necesario, cuando nos haga falta, es bueno derramar alguna lágrima. Llorar sin miedo. No hay nada malo en ello. No debemos tener vergüenza, no debemos sentirnos mal ni permitir que otros nos hagan sentir mal por llorar. "No llores, no pasa nada malo, no te pongas así". Pues no. Voy a llorar. Lloro porque quiero, porque no me quieren, porque no me dejan querer o porque no puedo querer. Lloro porque pierdo, porque no gano todo lo que quiero, porque me canso de perder lo que quiero y ganar lo que no quiero. Lloro porque me canso de cansarme, y porque me canso de que me digan que no me debo cansar siempre de lo mismo. Sí, lloro porque puedo y porque ya no puedo más. Y es que algo en mí muere al llorar, para luego dejar paso a nuevos y renovados sentimientos. Las lágrimas calman, purifican y revitalizan.
Lo primero que hacemos al venir a este mundo es llorar, y quizás por eso llorar es otra forma de volver a nacer.
K.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Detalles


Siempre buscando algo extraordinario. Siempre esperando que ocurra lo magnífico, lo mágico, lo inimaginable. Pasamos la vida soñando con ese cuento de hadas, con esa eterna historia ideal que se torna perfecta y a la vez imposible. Queremos tenerlo todo. Emoción, amor, pasión, felicidad, éxito, bienestar. Nos quejamos de nuestra suerte si no encontramos lo que buscamos, nos hundimos en un vaso de agua si no alcanzamos nuestras efímeras metas. Envidiamos a aquellos que sí poseen lo que nosotros anhelamos, y nuevamente nos odiamos por no poder ser como ellos.  

Así pasamos gran parte de nuestros días y muchas de las noches en vela. Pero no nos damos cuenta de que tal vez no hace falta viajar al fin del mundo para alcanzar la cima. Olvidamos que lo más pequeño a veces es lo más importante, y que no siempre la felicidad se esconde detrás de destinos de ensueño, amores de película o aventuras infinitas. Que tal vez si miráramos con más detenimiento a nuestro alrededor podríamos tocar el cielo más a menudo, casi a diario. Sin embargo, de vez en cuando aparecen momentos en los que somos conscientes de los detalles de nuestra realidad. Y los admiramos, los queremos, los disfrutamos, los saboreamos. Los sentimos como el único motivo para vivir un nuevo día. Es entonces cuando todo parece distinto, porque incluso una simple sonrisa es suficiente para despertar nuestra ilusión. Y hasta una simple mirada basta para que en nuestra ventana vuelva a salir el sol.