sábado, 17 de septiembre de 2016

Dejar ir... o no.



Todos sabemos lo importante que es saber pasar página. Seguir adelante. Dejar ir. Numerosas canciones y numerosos versos han sido escritos dándole vueltas a este tema. Y es que cuando algo termina, de poco sirve intentar buscar el siguiente capítulo. Cuando algo no tiene sentido, menos sentido tiene seguir dándole importancia. El problema es que no siempre sabemos o no siempre queremos identificar el final. El final de los sueños. De las historias. De las relaciones. De las etapas. Pero quizás es más común aún el hecho de que aunque sí sepamos o sí queramos, lo que no sabemos o no queremos es vivir con la posterior ausencia. Y es por eso que nos aferramos. Nos aferramos con todas nuestras fuerzas, porque preferimos vivir con una falsa ilusión que asumir definitivamente que ya no hay nada que hacer. 

Sin embargo, también conviene considerar esta idea de otro modo. "Ya no hay nada que hacer" o "está perdido" son frases demoledoras. Y el ser humano, por lo general, necesita pensar en positivo, necesita alimentar su alma con esperanza. Es casi un mecanismo de supervivencia. Vivimos en un mundo ya de por sí deshumanizado, así que si encima matamos las pocas ilusiones que tenemos, ¿qué nos queda? Además, hay que tener en cuenta que las cosas no siempre quedan tan claras. Los límites entre un 'adiós' o un 'hasta luego' no suelen quedar bien delimitados. La diferencia entre un 'nunca' y un 'quizás' tampoco es concluyente. Y es en esa preciosa incertidumbre donde reside la ya mencionada esperanza, esa inevitable compañera de vida que para bien o para mal, al final nunca nos abandona. 

Por eso hace falta un equilibrio. Ni dar todo por perdido a la primera, ni aferrarte con desesperación a causas perdidas. Lo importante es saber qué es lo mejor para nosotros mismos. La gente puede dar mil consejos, pero el mejor consejero que existe sin duda alguna es nuestra propia intuición. Decían en la mítica película Rocky Balboa (2006) que nada termina hasta que tú sientes que termina. Y así es. Aunque no siempre sepamos con exactitud en qué momento algo llega a su final, lo que sí podemos saber es cómo nos sentimos al respecto. Si tienes un sueño por el que lo has dado todo sin obtener resultados, por el que has sufrido en innumerables ocasiones, quizás seguir intentándolo solo te causará más dolor. No vale la pena. Pero si sueñas y en el camino te sirves de tus ilusiones para hacerte más fuerte, quizás no tengas por qué dejar ir ese sentimiento. Si sueñas y te enriquece, ¿por qué dejarlo ir? Quizás se cumpla, quizás no, pero soñar también puede servir para seguir adelante. Mañana podemos caer mil veces, nos pueden arrebatar mil cosas... pero el buen rato que hemos pasado hoy soñando no tiene precio. Porque efectivamente, soñar es gratis. Y que nos quiten lo soñado.

K.