Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón...
Todo el mundo necesita cariño. El problema es que ni todo el mundo admite esta realidad, ni todo el mundo sabe expresar cariño aunque lo sienta. Puedes apreciar mucho a alguien, pero si esa persona no lo percibe de nada sirve. Se pierden así muchas emociones que no saben salir a la luz. Se evaporan aunque son reales. Y mientras nos perdemos dentro de nosotros mismos pensando en qué fallamos, nos alejamos cada vez un poco más los unos de los otros. Todo por culpa de ese miedo irrefrenable que tienen algunos de admitir que quieren a alguien, que son vulnerables, que necesitan de los demás. Se crean entonces ciclos eternos de soledades provocados por corazones cobardes. Corazones ya no solo con miedo de amar, sino con miedo de admitir que aman.
Por eso a ti, querido lector, te diría que si encuentras a alguien que te aprecia y además te lo demuestra, nunca lo dejes marchar. Se trata de una joya difícil de encontrar.