Hay demasiadas cosas en la vida que no se
llevan a cabo por el miedo al fracaso. Sueños inacabados, aventuras no
iniciadas, esperanzas desbaratadas o incluso grandes amores no revelados. Se
quedan en un simple “tal vez”, en una eterna posibilidad de algo que podría ser
pero no es. Y no debería ser así.
No tendríamos que tener reparos para expresar
lo que sentimos, para hacer todo aquello que realmente tenemos ganas de hacer, para
ser como realmente queremos ser. Basta de palabras desvanecidas, de miradas
caídas al suelo, de ilusiones aparcadas y de pedazos de alegría no ensamblados. Basta de ese miedo que tantas veces no nos deja actuar. Que la vida son dos días y no sabemos si mañana tendremos tiempo para hacer lo
que no nos hemos atrevido a hacer hoy. Que hay oportunidades que solo pasan una
vez y que no podemos desaprovechar, porque después nos
arrepentiremos de haberlas dejado marchar. Y si nos equivocamos, al menos que
no sea por no haber luchado. Siempre será mejor intentarlo y fallar que no haberlo
intentado jamás.
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