miércoles, 20 de septiembre de 2017

Errores


Cuando te equivocas, la mayoría de las veces no te das cuenta. La mayoría de las veces actúas por impulso, siguiendo los dictados de tu corazón. Crees que tu corazón tendrá la razón, que será imposible equivocarte si le haces caso a él. El problema es que en realidad el corazón no suele entender de razones, y no siempre el camino que nos hace escoger es el más adecuado. El problema también es que esto lo solemos entender mucho tiempo después.

Entonces llega un día en el que despiertas y lo ves claro. Sí, has cometido un error. Lo has hecho mal. Fatal. De repente tu yo del presente no entiende en qué demonios estaba pensando tu yo del pasado. Lo que en su día tenía toda la lógica del mundo, de repente ya no tiene ningún sentido. Y es ahí cuando vienen las consecuencias emocionales: tristeza, rabia, arrepentimiento... y quién sabe cuántos sentimientos más. Destaca entre todos la impotencia por no poder arreglarlo, y es que por desgracia, los errores más importantes no suelen tener marcha atrás. Maldita vida irreversible. Maldito tiempo que no puede volver atrás. Malditas oportunidades desperdiciadas.

A pesar de todo, no debemos olvidar que al final todo ocurre por una razón. Quizás los errores de hoy son los aciertos de mañana. Quizás los caminos que hoy parecen errados al final nos llevan a un destino correcto que todavía no conocemos. Y en cualquier caso, una cosa es segura: si sabemos reconocer los fallos que hemos cometido, será muy difícil que volvamos a cometerlos. De cada error siempre queda una lección. Así que aunque nos duelan, no debemos olvidar que en el fondo son nuestros propios errores los únicos capaces de hacernos crecer. 

K.




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